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note 225


Pag. 54, l. 5: non sia percosso dai fulmini... Plinio, lib. 16, cap. 30; lib. 2, cap. 55. Svetonio, Tiber., cap. 69.

Pag. 56, l. 16: se io campo...

Voglio recare qui un luogo, poco piacevole veramente e poco gentile per la materia, ma pure molto curioso da leggere, per quella tal forma di dire naturalissima, che l’autore usa. Questi è un Pietro di Cieza, spagnuolo, vissuto al tempo delle prime scoperte e conquiste fatte da’ suoi nazionali in America, nella quale militò, e stettevi diciasette anni. Della sua veracitá e fede nelle narrative si può vedere la prima nota del Robertson al sesto libro della Storia d’America. Riduco le parole all’ortografia moderna.

«La segunda vez que volvimos por aquellos valles, cuando la ciudad de Antiocha fué poblada en las sierras que éstan por encima dellos, oi decir que los señores ó caciques destos valles de Nore buscaban por las tierras de sus enemigos todas las mugeres que podian; las quales traidas à sus casas, usaban con ellas como con las suyas proprias: y si se empreñaban dellos, los hijos que nacian los criaban con mucho regalo, hasta que habian doce ó trece años; y desta edad, estando bien gordos, los comian con gran sabor, sin mirar que eran su substancia y carne propria: y desta manera tenien mugeres para solamente engendrar hijos en ellas para despues comer; pecado mayor que todos los que ellos hacen. Y háceme tener por cierto lo que digo, ver lo que pasó con el licenciado Juan de Vadillo (que en este año está en Espana; y si le preguntan, lo que digo dirá ser verdad): y es, que la primera vez que entraron Christianos españoles en estas valles, que fuimos yo y mis compañeros, vino de paz un señorete, que habia por nombre Nabonuco, y traia consigo tres mugeres; y viniendo la noche, las dos dellas se echaron à la larga encima de un tapete ò estera, y la otra atravesada para servir de almohada; y el Indio se echò encima de los cuerpos dellas, muy tendido; y tomò de la mano otra muger hermosa, que quedaba atras con otra gente suya, que luego vino. Y como el licenciado Juan de Vadillo le viese de aquella suerte, preguntóle para que habia traido aquella muger que tenia de la mano: y mirandolo al rostro el Indio, respondiò mansamente, que para comerla; y que si él no hubiera venido, lo hubiera yá hecho. Vadillo, oido esto, mostrando espantarse, le dijo: ¿pues como, stendo tu muger, la has de comer? El cacique, alzando la voz, tornò á responder diciendo: mira mira; y aun al hijo que pariere tengo tambien de