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268 la fantesca

posible, porque solo en el desenbainar de esta mi espada, es tanto el aire que hace, que es bastante para hacer hundir una nave. Y al solo moto de mi persona se estremece la tierra como si por ventura fuera un terremoto. Y en fin soy tal que donde hinco mis ojos, pego fuego.

Narticoforo. Non m’era ancora pervenuto ad aures cosa alcuna di queste tue prove.

Dante. Pues, ¿como no habeis oido por estos mundos mis grandes valencias?

Narticoforo. Nunquam, non mai.

Dante. ¿Sabeis porquè? en solo poner mano á mis armas, el temblor de los enemigos es tan grande que luego vereis huir quien por acá y quien por acullá, quien se nasconde y quien muere de temor; y de esta manera jamás ninguno vee lo que yo hago.

Narticoforo. Dunque, io son nato secundis avibus, ché mai non m’accadde vederlo.

Dante. Pues, decid de que muerte quereis que le hagamos perecer: toma este librecillo donde están dibujadas seiscientas suertes de muertes, escoje cual quereis que le hagamos provar.

Narticoforo. Per dirvi il vero, non vorrei mandarlo all’orco.

Dante. ¿Que horca? Valgate todos los diablos, ¿que soy yo por ventura verdugo, que tengo de ahorcar?

Narticoforo. Orco, idest, cioè alle case di Dite, nel Tartaro abissale: cioè che non vorrei ucciderlo.

Dante. ¿Como si dijese cortarle un brazo, las piernas, o llevarle medio casco?

Narticoforo. Non tanto, no.

Dante. Pues, ven acá: quiero yo que le hagamos una burla.

Narticoforo. Dic sodes, dite di grazia.

Dante. Sabed que yo tengo una espada de corte tan delgada y sutil que, dándole por detrás muy diestramente, le cortaré la cabeza con tanta destreza que apenas sentirá si es pulga que le morde; y andará sin saber que está descabezado, y cuando irá por abajarse, caerá la cabeza acá y el cuerpo acullá, y así se le saldrá afuera la sangre y el ánima.